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RESEÑA "TRAVESURAS DE LA NIÑA MALA" de Mario Vargas Llosa

  • augost21
  • 27 ago 2020
  • 2 Min. de lectura

No es una clásica historia de amor. Es agridulce. Es la palabra que se me viene a la mente justo ahora que terminé este libro. Erich Fromm habla del amor como un arte que se aprende practicándolo, para lo cual es indispensable el amor propio. ¿Cómo amar a alguien más si no te amas primero a ti? Por eso no entiendo a Ricardo Somocurcio, el niño bueno, y sus actos. Parece no tener amor propio.


Travesuras de la niña mala, de Mario Vargas Llosa, narra la historia de ¿amor? entre el mencionado Ricardo y Otilia (por decir uno de sus muchos nombres) la niña mala. Y sí, esta última lleva ese nombre a los niveles más altos, gastándole fuertes travesuras al inocente pichiruchi. Es su destino hacerlo. Tan es así que le hace maldades en Lima, Paris, Londres, Tokio, Paris (otra vez) y Madrid. Ella lo saca de su vida gris y rutinaria, lo hace sentir vivo, lo lleva al límite. Y el precio que paga el niño bueno es alto en cada ocasión.


Es difícil no odiar a la niña mala. Es malicia pura que se alimenta de una ambición insaciable, no se conforma con su destino. Ella va por la seguridad y la felicidad que, está segura, sólo el dinero puede darle. Y se da cada golpe en el proceso. Pero también es difícil entender al niño bueno. Si a ella la odias, él te exaspera. El La historia va creando una especie de suspenso, un contexto histórico y espacial. Y, cuando ella se atraviesa en la historia, desarma de nuevo al niño bueno, lo vuelve un cursi irredento, barro maleable a su antojo.


Travesuras de la niña mala es una lectura reposada, que se disfruta y que no te aburre. En cada capítulo hay una historia de amistad ligada a cada país que visita Ricardo. Amistades entrañables que van preparando el terreno a cada nueva travesura de la mala. Cuando ella aparece sabes que, en algún momento, la odiarás a rabiar, mientras haces corajes con los actos irracionales de Ricardo.


Un libro que cumple totalmente, te la pasas bien, y no te deja indiferente. Te genera emociones. Me quedo con los relatos de amistad y fraternidad, así como las descripciones de cada ciudad (aparece de nuevo un clochard en Paris, palabra que aprendí en Rayuela). Me hubiera gustado un mejor destino para el niño bueno, experto en huachaferias, en ser buen amigo y sobrino. Un niño muy bueno, pero malo para el amor.

ree

 
 
 

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