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RESEÑA DE "ELOGIO DE LA MADRASTRA", de Mario Vargas Llosa.

  • augost21
  • 12 oct 2020
  • 2 Min. de lectura

“Así debía ser Luzbel”, pensó don Rigoberto. Qué frase. Tengo recuerdos de este libro en mi entrada a la adolescencia. No le leí completo, sólo la primera parte, y su lenguaje me removió imágenes, avivó brasas que preferí ignorar, así que no continué su lectura. Ahora, a mis 40, lo terminé, gracias a que me lo ofrecieron en un precio súper accesible, como si me buscara. Las imágenes y los sentimientos que volvió a despertar ya no son desconocidos, pero las palabras las saboree diferente. Aquí mi experiencia.


Elogio de la madrastra, de Mario Vargas Llosa, narra la historia de una familia limeña de clase acomodada. Don Rigoberto, viudo y directivo de una compañía de seguros, se casa de nuevo con doña Lucrecia (de mi misma edad), una hermosa mujer en su madurez, sensible a los placeres carnales. Alfonsito, hijo de don Rigoberto, representa un reto para ella. Algo natural, pues quiera que la quiera, quiere encajar en la vida del padre y del hijo. 


La novela se inscribe dentro de la literatura erótica, y Vargas Llosa se arriesga bastante con un tema que podrá chocar a algunos (no quiero echarla a perder a futuros lectores dando pistas) pero termina resolviéndolo con mucha exquisitez, con una maestría en el uso del lenguaje, combinando la narración con la poesía en prosa. El autor deleita al lector con la construcción de momentos memorables, que despiertan los instintos sin caer en lo vulgar.


El erotismo lo explica como algo “relativo al amor físico” don Rigoberto a Fonchito. Pero Vargas Llosa jamás separa el amor del placer carnal, y no se dirige solamente al placer sexual, sino al sensual, que puede verse en el ritual de cuidados físicos que cada noche se prodiga don Rigoberto, o la preparación previa a hacer el amor con doña Lucrecia. No hay momentos explícitos. Vargas Llosa se las ingenia para insinuarlos con su magistral manejo de la palabra. La escena la completa cada lector en su imaginación.


Complementan la novela breves capítulos donde Vargas Llosa describe el contexto de obras pictóricas (podrás ver las obras antes del capitulo correspondiente) donde aparecen querubines, mujeres desnudas, y algún otro personaje aderezando la composición, y las adapta al contexto de la novela, como introducción a la escena siguiente de la misma. 


Tanto tiempo después de iniciar la lectura de de esta novela y, por fin, terminarla, puedo decir que valió la pena. Confirmo esa maestría para el erotismo que tiene Vargas Llosa y que vislumbre en Cinco esquinas y, en menor medida, Las travesuras de la niña mala. A don Rigoberto lo encontraré en otras novelas, y es posible que a Luzbel también. 


ree

 
 
 

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